miércoles, 17 de julio de 2013

La fiesta de los 200 atardeceres

Capítulo I
Hacía tiempo ya que vivía en París, nada había cambiado y mi rutina era igual todos los días. Me levantaba desayunaba y me iba al mercado, allí compraba pan, algunas frutas y, con el permiso de mi madre, algo dulce. Era martes casi mitad de semana me desperté, deesayuné, y como siempre me dirigí al mercado, era un lugar muy feo, por lo menos a donde me dirigía diariamente ya que la parte más linda era de los ricos y yo definitivamente no pertenecía a ellos mi madre me decía que éramos humildes, pero sin escasés de recursos.
-Hola señor Humptded.
-Hola Emily, toma pan recién sacado del fuego, lo guardé para ti, aunque no fue mucho esfuerzo hoy no vino casi gente al puesto.
-Qué lástima para ti, pero no hay mal que por bien no venga…
-Muy cierto querida. Necesito un favor- exclamó el señor Humptded, un humilde mercader muy amigo de Emily.
-Lo que desee, se lo debo por este tan rico pan-
-Bueno, la esposa del alcalde, Cecilia, me encargó un pedido especial para la fiesta que dará dentro de dos semanas, lo que necesito es que lleves el pastel a su hogar-
-¿No se pondrá feo con tanta anticipación?
-Yo sé lo que hago.
Emily se dirigió hacia la casa del alcalde, al entrar vio un bello diván verde con espirales dorados y a su lado una mesita ratona donde descansaba una frutera llena de un extraño polvo dorado.
-¡Cuidado!-exclamó una voz.
La niña levantó su mirada y enfrente a ella estaba parado un chico de ojos celestes como el agua y cabello castaño, llevaba puesta una camisa y pantalones, parecía un chico como cualquier otro.
-¿Puedo ayudarte?
-Eh, no importa venía a dejar este pedido para la fiesta que habrá…
-Claro, soy Joaquín, ¿vos cómo te llamás?
-Emily.
Joaquín acompañó a Emily a la cocina donde dejaron la torta, un rato después Cecilia llegó. Era una señora de aspecto muy elegante, llevaba un vestido celeste revestido en pequeños detalles de oro, en su cabeza lucía un hermoso recogido, sus ojos eran verdes y su piel parecía porcelana.
-¿Trajiste el pedido?
-Claro, lo dejé sobre la mesa, ahora si me disculpan debo irme.
-Esperá, ¿querés venir a la fiesta? Es el martes, al atardecer.-dijo Joaquín
-Claro-dijo la niña emocionada.
            Emily se fue, al llegar a su casa le contó a su madre.
-Lamentablemente no creo que puedas ir, no tienes el atuendo adecuado.
-Pero mamá por favor hagamos un esfuerzo y compremos un vestido, el más barato que veamos.
-Está bien.

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